El siglo XXI ha traído consigo un entorno laboral y social altamente dinámico y cambiante, en el que las competencias genéricas se han vuelto indispensables para el éxito en diversos ámbitos de la vida. Estas competencias, como el pensamiento crítico, la comunicación efectiva, el trabajo en equipo, la resolución de problemas, el liderazgo y la adaptabilidad, entre otras, son cruciales para enfrentar los desafíos de la sociedad actual y del futuro.
El autor Howard Gardner, conocido por su teoría de las inteligencias múltiples, señala que las competencias genéricas son habilidades mentales que trascienden las inteligencias tradicionales (lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-kinestésica, interpersonal e intrapersonal) y que son necesarias para enfrentar los retos del siglo XXI. Gardner sostiene que estas competencias, como la inteligencia emocional, la creatividad y la ética, son cruciales para el éxito personal y profesional, y se pueden desarrollar a lo largo de la vida mediante la educación y la práctica constante.
Una forma de desarrollar la competencia genérica de la «inteligencia emocional», desde el coaching, es a través de la práctica de la autorregulación emocional. Esto implica aprender a identificar, comprender y gestionar nuestras emociones de manera adecuada, así como reconocer y respetar las emociones de los demás. El coach puede ayudar en este proceso fomentando la autoconciencia emocional a través de la reflexión personal, la práctica de la meditación o el mindfulness, y la retroalimentación de personas de confianza. Además, se puede promover la empatía y la habilidad para establecer relaciones interpersonales saludables mediante la participación en actividades de trabajo en equipo, resolución de conflictos y comunicación efectiva.
Daniel Goleman (sicólogo, periodista y escritor estadounidense) sostiene que la inteligencia emocional, que incluye competencias como la autorregulación emocional, la empatía y la habilidad social, es un factor clave para el éxito en la vida cotidiana y en el ámbito laboral. Este autor destaca la importancia de la conciencia social, es decir, la habilidad para comprender y abordar los problemas sociales y culturales de manera responsable y ética.
En este sentido, el coach puede fomentar en el coachee (cliente), para desarrollar la conciencia social, el vínculo directo con actividades de voluntariado, o la participación en proyectos comunitarios (en la academia = metodología A+S) Esto implica la participación activa en iniciativas que buscan resolver problemas sociales o mejorar la calidad de vida de personas en situación de vulnerabilidad. Además, el coach puede promover la conciencia social mediante la reflexión crítica sobre la educación en valores, temas sociales y la promoción de la responsabilidad ciudadana en la toma de decisiones.
Por otro lado, el autor Peter Senge, conocido por su enfoque en el aprendizaje organizacional y la disciplina sistémica, señala que las competencias genéricas, como la capacidad de aprendizaje continuo, la visión sistémica y la habilidad para trabajar en equipo, son fundamentales para enfrentar los desafíos complejos de la sociedad contemporánea.
En un proceso de coaching, el coach puede guiar al coachee en el desarrollo de una visión sistémica a través de las «preguntas poderosas», promoviendo así la comprensión la interconexión entre diferentes aspectos de la realidad y la capacidad para identificar patrones y relaciones. Esto implica que aparezca en el cliente la práctica de la observación atenta y reflexiva del entorno, la identificación de los distintos elementos que conforman un sistema y la comprensión de cómo estos interactúan entre sí. Además, él o la coach puede fomentar la visión sistémica mediante la simulación de situaciones para la resolución de problemas complejos, por ejemplo.
En resumen, el desarrollo de competencias genéricas es esencial en el siglo XXI para enfrentar los desafíos de la sociedad actual y del futuro. En un proceso de coaching, el coach puede guiar al coachee en este camino y proporcionar herramientas para facilitar su desarrollo. Fomentar la aplicación de estas competencias en la vida cotidiana contribuirá a potenciar la formación integral de las personas y a prepararlas para enfrentar los retos del siglo XXI de manera exitosa.